jueves, 18 de junio de 2009

Pasta de boxeador

Hasta el año pasado era una de las promesas del boxeo chileno. Abajo del ring, sin embargo, nunca le fue bien. De niño su madre lo regaló a una familia que apenas conocía; cuando cumplió 14 años entró al boxeo y a la pasta base al mismo tiempo. Hoy, a los 19, con un intento de suicidio a cuestas, Cristián Moreno busca ganar la pelea de su vida: dejar la calle.

Cuando peleo, me desahogo. En cambio, cuando no peleo, tengo una sensación de rabia, de desesperación... como que la rabia me ahoga... Yo siento rabia con todo, con lo injusto que ha sido todo conmigo. Cuando estoy en el ring me libero- dice Cristián Moreno.

Es el 21 de julio de 2007 y en el complejo deportivo Riocentro, en Brasil, se disputan las preliminares de boxeo de los juegos Panamericanos. Moreno (19) es el primer púgil chileno que llega a ese torneo en 13 años. Le ha costado mucho estar ahí, nadie se imagina cuánto. Pero la suerte, que nunca ha estado a su favor, le pone como rival al mexicano Francisco Vargas, cuarto finalista en los juegos Olímpicos de Atenas y uno de los ocho mejores boxeadores amateurs del mundo. Los comentaristas mexicanos auguran una paliza para el chileno.

En su esquina Moreno se mueve nervioso. Ha pasado su vida peleando con rabia; con los niños de Alto Hospicio que le gritaban "adoptado"; con su sensación de abandono; con la pasta base en la que cae una y otra vez. Sólo unos meses antes se tajeó el abdomen y se colgó de una viga. Es un milagro que pueda pelear.

Moreno mira a su rival. Le parece que el mexicano es muy fuerte, que es superior. No siente rabia. Es otra cosa.

A esa pelea yo entré con miedo- confiesa.

El árbitro los llama al centro del cuadrilátero y suena la campana.

Vargas ataca como un rayo, pilla a Moreno distraído y le acierta dos golpes en el cuerpo. El chileno solo atina a escabullirse. Todo lo que intenta, falla. Sólo al final del round retoma el control y su brazo izquiredo encuentra al mexicano.

De vuelta en su esquina su entrenador lo azuza:

- Hueón, vai tres puntos abajo! Sale pa los lados, tira tu izquierda, crúzalo, mándale el cro!
Lentamente la pelea cambia. Moreno acierta un par de combinaciones y evade los golpes con gracia.

- Yo lo cruzaba no más. Cuando me venía a atacar, lo dejaba que tirara la derecha y lo esquivaba. Me pasaba por el hombro y lo cruzaba y lo levantaba- recuerda el púgil.

Cuando queda un minuto, lanza un gancho de zurda al rostro del mexicano. Al sonar la campana Moreno va arriba por un punto.

Pero el mexicano no se rinde. En el tercer asalto conecta una zurda que deja a Moreno atontado en las cuerdas. La situación se empareja en el round final.

- Ambos nos golpeamos. Yo le conecté dos golpes nítidos y no me los marcaron- recuerda Moreno.

Cuando el combate termina el chileno ha perdido por 11-10.

- Un punto... eso me dio lata. Había sido capaz de darle la pelea al que estaba proyectado para ser el mejor boxeador del campeonato. Pero igual me dio lata. Yo quería ganar.

Moreno regresa a su habitación y se tira en la cama a dormir un rato. Quiere olvidarse de todo. Su participación en los Panamericanos ha terminado y debe volver a Alto Hospicio, a sus calles de tierra, a entrenar en la mañana y espantar curados en las noches, que es el trato que tiene con su entrenador.

En Alto Hospicio, sin embargo, lo reciben como a un héroe.

- Fue bacán. Me hicieron una entrevista y mis amigos me decían "bueena, saliste en la tele!" Yo era como una estrella. Me eligieron el mejor deportista de Alto Hospicio y el alcalde hizo una comida en un restorán y me entregaron una copa con los colores de la municipalidad. Era como el hijo ilustre recuerda Moreno.

Los días pasan en festejos. Su popularidad lo hace sentir bien. En los Panamericanos varios agentes le habían ofrecido entrenar fuera de Chile. Sólo tiene que llamar y seguirá con una carrera que parece ascendente. Irse es la decisión más conveniente. En Chile hay cerca de mil boxeadores amateurs como él y la mayoría malvive buscando el auspicio municipal.

Me ofrecieron partir a Cuba, a Colombia, y también quedarme en Brasilia. Pero cuando volví no llamé a nadie. Yo andaba en otra- dice.

Un día, cuando el éxito empezaba a amainar, Moreno se encuentra con un grupo de viejos amigos, muchachos con los que fue al colegio, jugó pichangas y empezó a boxear. Ahora todos tienen 20 años. La mayoría está cesante y pasa las horas juntando monedas para comprar pasta base.

- Como andaba con plata, con buena ropa y buenas zapatillas, me devolví. Lo hice para creerme. Les pregunté en qué estaban. Me dijeron que se iban a ir a fumar. Por dármelas de agrandao, les dije "ya po', yo pongo diez lucas". Los cabros quedaron locos. Nos alcanzó como pa un saquito y vacilamos como 4 horas.

Sin darse cuenta, a partir de ese momento Moreno empezó a dar una lucha mucho más dura que la que libró con el mexicano. Una pelea consigo mismo, con su historia y su rabia.

TE LO REGALO

Moreno aprendió a pelear para defenderse de los niños que lo molestaban por ser adoptado.

- Yo siempre supe eso. No recuerdo que me hayan dicho"tú eres adoptado!" como en las teleseries, jaja. Desde que tengo memoria lo sé y nunca me ha dolido. A veces mis hermanos me decían "!Qué, si a vo te encontraron en la basural!" y eso me daba lo mismo. Pero cuando los cabros en la calle me lo gritaban, ahí me daba rabia y peleaba.

Lamentablemente esas peleas eran frecuentes, porque en Alto Hospicio todos sabían su historia. Ximena Zambra, su madre adoptiva, se lo había contado a medio mundo.

- Esa es la rabia que siempre tuve con mi mamá. Era un tema familiar pero ella se lo comentaba con todos porque se sentía grandiosa, como si recogerme hubiera sido la mejor obra que había hecho en su vida. A veces también me lo sacaba en cara. Me decía: "deberías estar agradecido conmigo porque yo te adopté"- cuenta.

Sin embargo, la de Moreno no fue una adopción propiamente tal, sino algo más duro que eso. Ocurrió en 1988, cuando su madre biológica, Rosa Alonso, se hizo amiga de Ximena. Rosa estaba cesante. Su marido la había dejado con dos niños. Moreno tenía 10 meses y requería mucha atención.

Una tarde Rosa le pidió a Ximena que se hiciera cargo de su hijo mientras ella viajaba a Santiago a trabajar.

- Yo le dije que no, porque me podía encariñar e iba a sufrir mucho cuando se lo llevara. Entonces ella me dijo: "bueno, te lo regalo". Yo creí que era una broma y le dije que sí.

Dos días después Rosa fue donde Ximena con el niño y una bolsa con un trajecito, dos pañales y una mamadera.

- Cuando la vi, quedé helada. Me pasó al niño y me dijo, bien apurada: "Ya, te lo dejo porque me salió un trabajo, me voy, me voy!". Me quedé plop- cuenta Ximena.

El marido de Ximena, Patricio Toro, se opuso al principio, pero luego aceptó. Contactaron a Rosa para legalizar el "regalo" con una tutela simple y Moreno empezó a formar parte de la familia.

Moreno supo esa historia desde pequeño. Y lo marcó aunque él no se haya dado cuenta.

- Siempre tuvo problemas. Con decirle que hasta se escapaba del jardín infantil y llegaba a la casa solo- cuenta Patricio, su padre.

A medida que creció, Moreno se volvió más incontrolable.

- El sicólogo nos decía que él tenía rabia, que tenía una energía contenida que había que liberar- explica Ximena.

Entonces, por una casualidad, apareció el boxeo. Un día estaba jugando con sus amigos y llegó un entrenador buscando chicos para una pelea. Les dijo que fueran a entrenar y el grupo dejó la pelota y se puso guantes. Pero Moreno fue el único que se lo tomó en serio. Con cada combo, con cada finta, sentía que la rabia que tenía adentro se diluía. Empezó a entrenar casi todos los días y a veces se arrancaba de su casa antes de ir a clases, para practicar.

- Un día me arranqué a la Casa del Deportista de Iquique, porque debutaban dos profesionales: julio Cruz y Edwin Adriasola. Para la pelea previa les faltaba un boxeador y me ofrecí. Me tocó con el Félix Sanguínez. Él ya había ido al Campeonato Nacional. Yo, en cambio, recién llevaba entrenando tres semanas. Lo único que sabía hacer era tirar los codos, agacharme, pasar por debajo y pegar con la izquierda. Pero pegaba fuerte. Y gané, po. Ahí los viejos se empezaron a fijar en mí- dice Moreno.

El boxeo empezó a apasionarlo. Cada vez se volvía más fuerte, más seguro de sí mismo. Pero en el mismo monento en que el joven abría una puerta hacia su futuro, abría también una puerta hacia' un abismo.

- Un día me encontré con mis amigos en la calle. Iban a comprar pasta y me invitaron. Yo no había fumado, pero como ya peleaba y conocía más gente, me hacía el bacán, el chorito. Cuando los cabros empezaron a fumar yo también quise. Tenía 14 años. Me acuerdo que nos escondimos en una cancha y fumamos un montón. Yo estaba asus tado po, estaba corretiado, me perseguí con la weá. Después de esa vez no fumr como en tres meses, porque no habiau moneas.

Pero cuando había monedas, compra ha. A veces consumía todas las.mañanas antes de irse al colegio. A veces también fumaba antes de entrenar.

- Varias veces entrené en pasta- confiesa.

Pese a eso, su carrera siguió en ascenso. Las visitas al sicólogo se volvieron más esporádicas. La relación con sus padres mejoró. Si no fuera por la pasta, se habría dicho que se trataba de un muchacho con futuro.

Sin embargo, todo cambió de golpe. Una tarde, Ximena recibió una llamada de larga distancia, desde Carahue, cerca de Temuco. Era Rosa Alonso, la madre biológica de Moreno.

- Me dijo que quería saber de él, que sentía culpabilidad. Después de quince años, po! Yo le dije que bueno, que viniera para conocerlo. Pensé que no tenía nada de malo, que eso iba a ayudar a mi hijo- recuerda Ximena.

TE VAI A ARREPENTIR

En el encuentro con su madre, Moreno fue distante, como un boxeador que estudia a su contrincante que ya le ha hecho daño. Rosa lo abrazó y empezó a darle explicaciones. Él le dijo que no le importaba, que no era necesario. Los Toro alojaron a la mujer durante una semana y pusieron a madre e hijo en una misma pieza para que pudieran hablar tranquilos.

Lentamente las defensas de Cristián se rompieron y al quinto día, cuando ella anuncia que tiene que volver al sur, Moreno le pide que no se vaya de nuevo. Que necesita más tiempo. Pero ella debe partir, tiene otros hijos. Moreno decide entonces irse con ella.

Mi marida lloraba. Yo nunca lo había visto así, decía que cómo íbamos a permitir que nuestro hijo se fuera . Yo lo dejé no más, pa que aprendiera. Dije "allá nos va a echar de menos"- recuerda Ximena.

Como era previsible, en Carahue las cosas no resultaron. A los cuatro meses el joven boxeador llamó llorando a Alto Hospicio.- Decía que nos echaba de menos, que éramos su verdadera familia y que que ría volver- recuerda su hermana Jocelyn.

Patricio y Ximena le mandaron pasajes.

- Allá la mamá lo trató súper mal. Él nos contó que un día una hermana chica que tenía lo culpó de matar a un ganso.

La mamá le dijo "!qué hiciste, guacho culiao!" y él respondió "guacho soy, porque vo me dejaste botado, pero no culiao!" agrega Patricio.

Al regresar a Alto Hospicio, Moreno estaba cambiado, endurecido. Decide dejar los estudios e intenta botar su rabia dedicándose por completo al boxeo. La estrategia le resulta un tiempo. Gana campeonatos y experiencia. Su zurda se vuelve imparable. Su empuje llama la atención de un entrenador local, Robinson Villarroel, que empieza a guiarlo.

Para que se prepare mejor, Robinson le ofrece que se vaya a vivir con él. Robinson maneja un gimnasio y un un tugurio llamado Charly Boxing, donde las chicas atienden en colaless. La oferta es entrenamiento y casa a cambio de que el joven sea guardia del local.

Moreno pasa meses boxeando en las mañanas y sacando curados hasta la madrugada. Duerme en una furgoneta Nada puede ser más precario, pero a sus 17 años eso no le imprta mucho.

- Las cabras atienden en colaless, pero son pa mirarlas no má, y pa eso estábamos nosotros, pa cuidarlas y servir tragos en la barra- explica Moreno.

En esa época conoce a una chica y se enamoran. Pero el romance es especialmente tormentoso. Terminan y vuelven. La pasta cruza la relación.

Ximena acusa que la chica era hija de una microtraficante y que le daba droga a su hijo. Moreno admite que su "suegra" era traficante, pero que si consumía no era culpa de ella.

A mediados de 2006 su novia queda embarazada.

- Cuando me contó yo me sentí bacán. Yo quería puro tener una guagua. Me alegró la vida. La vi y yo me dije "ya no voy a hueviar más". Pero las cosas no funcionaron y vinieron todos los problemas- dice.

Moreno se mete con una cajera del Boxing. Su novia lo engaña con un amigo. El joven púgil no lo tolera.

- Le dije, "te vay a arrepentirte, conchetumadre". Me fui a su casa, pesqué un cuchillo, me corté los brazos y me pegué dos pinchazos en la guata. Después agarré un alargador y lo amarré a la viga del living de la casa, me subí al sillón y me tiré. No lo pensé mucho. La lengua se me fue pa fuera. Me acuerdo que no podía cerrar los ojos, pero no veía nada.

Afortunadamente, en la casa estaba el padrastro de su novia. El hombre entró en el living justo cuando Moreno empozaba a balancearse como un saco de arena. Logró descolgarlo y trató de hacerlo reaccionar.

-Yo lo escuchaba, pero no podía abrir los ojos. Reaccioné cuando llegó mi novia. Me paré y le di un empujón de pura rabia y me fui.

Moreno siguió entrenando. Descargando su rabia contra los sacos y sus oponentes, se fijó como meta llegar a los Panamericanos.

- En ese tiempo, nadie podía ganarme. Nadie.

AL BORDE DE UN K.O.

A las pocas semanas de su triunfal regreso de los Panamericanos, Moreno volvió a la pasta.

- De pronto empezó a salir sin decir para dónde iba. A veces no volvía en días. Después comenzaron a desaparecer cosas de la casa. Yo le cerraba la puerta del antejardín con llave para que no me saliera, pero igual se iba- dice su madre.

Los Toro tuvieron que echarlo.

- Pasaba semanas en que andaba botado, cochino, enrabiado, tratando de sacar plata de cualquier parte para fumar.

Durante un mes se dedicó a limpiar autos frente a un supermercado de la zona. Pero se aburrió.
Me puse a robar y todo lo que conseguía me lo fumaba. Este periodo ha sido el más bajo que he caído en mi vida.

La falta de dinero y la ansiedad lo llevaron a planear un robo más grande, un local de artículos electrónicos de la comuna. Comenzó a visitar el negocio para asegurarse de que no tuviera alarma. Una noche de angustia, en enero de este año, decidió atacar. No tuvo problemas para entrar. Se echó la plata al bolsillo, unos 200 mil pesos pero cuando iba a huir, algo lo detuvo.

Se me ocurrió sacar un plasma, porque yo cachaba que mi papá quería uno. En eso me demoré y cuando voy saliendo, veo como quince paisanos con fierros y una pistola.

La gente se le fue encima.

- Con el tironeo me sacaron las zapatillas y el buzo. Y me dejaron encerrado en calzoncillos esperando a que llegaran los pacos. Yo no me quería ir preso, po. Entonces, como el techo era de zinc lo desclavé y salí por ahí. Me fui por el techo de unas casas, pero me cacharon y salieron persiguiéndome, gritaban "están robando, están robando!".

Los vecinos del sector comenzaron a salir a las calles alertados por el griterío. Moreno, que corría descalzo, dio un paso en falso y cayó en un patio.

La gente le cayó encima otra vez.

- Ahí me agarraron pesado. Me pusieron unos combos y un fierrazo con un tubo del rz en la cabeza. Yo sentí como que el ojo se me caía. Traté de arrancar. De repente oí un disparo y cuando voy a apoyar el pie se me dobla. Me miré y estaba todo lleno de sangre. La bala me había traspasado la pierna. Puta que me patearon ahít Luego llegaron los pacos, me llevaron preso. Como no tenía antecedentes, me dieron el beneficio de la firma- recuerda.

En cosa de semanas Moreno se había transformado de hijo ilustre de Alto Hospicio, en un delincuente que había que linchar. Estaba tocando fondo. Estaba perdiendo por K.O. Sólo el miedo a terminar preso lo hizo reaccionar.

Comenzó a trabajar como ayudante de un mecánico, quien, además, le prestó una pieza para que no tuviera que dormir en la calle. En ese empleo dura un mes hasta que su padre le ofrece llevarlo al sur, a Carahue, para que salga del ambiente.

De verdad tenía ganas de cambiar, por eso acepté- afirma.

Camino a Carahue la familia lo acompaña a la Federación de Boxeo a recoger unos bolsos que había dejado hacía tiempo. Ve a los jóvenes entrenando, los guantes, el ring, ese mundo que ha tirado por la borda.

- Ahí nos encontramos con unos dirigentes que se alegraron al ver a mi hijo. Le dijeron, "Qué bueno que apareciste!" y le preguntaron si venía a entrenar. Cuando les contamos la historia nos ofrecieron que se quedara en Santiago a rehabilitarse y retomar su carrera- cuenta emocionado Patricio.

Hoy, Moreno lleva una semana de entrenamiento en la Federación. Aunque puede salir del recinto cada vez que quiere, ha permanecido tranquilo y alejado de la pasta base que es lo que más le importa a su familia por ahora.

Moreno sigue peleando para sacar su rabia Pero también ha descubierto que pelea mucho mejor cuando está contento.

- Cuando me siento feliz y peleo con ritmo, como que bailo, jaja. Ahí me siento libre, suelto. Y agrega "Ahora, lo que me haría de verdad feliz, sería volver con la madre de mi hija... Y llegar a los juegos Olímpicos del 2012. Me gustaría, de verdad me gustaría. Quiero estar en el boxeo otra vez y llegar a hacer algo grande".

Carla Celis
The Clinic 13 de marzo del 2008

3 comentarios:

Jorge Henríquez dijo...

Sres:
Con pena leo la noticia de hoy.
Les ruego aceptar condolencias de un hombre anónimo.

Unknown dijo...

Falleció?
Por la chita oh. QEPD.

Anónimo dijo...

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