viernes, 10 de julio de 2009

La increíble historia de Juan Budinich, el primer boxeador chileno

Fundador del boxeo cubano, sparring de campeones del mundo, amigo de Marmaduque Grove, primer estudiante chileno en la Universidad de Columbia, la vida de Juan Budinich -que hasta el clásico Alone refirió en sus crónicas- es simplemente asombrosa.

La mañana de 18 de abril de 1906 un terremoto sacudió a San Francisco matando a tres mil personas y dejando a tres de cada cuatro habitantes de la ciudad sin casa. Juan Budinich Taborga, chileno, 26 años, debió estar ahí y ser un número más de la catástrofe, pero una serie de coincidencias lo tenían, a la hora del sismo, en un tren, ya lejos de California.
Su familia en Coquimbo, sin comunicaciones, temió lo peor. No fue la primera ni la última vez que dieron a Budinich por muerto. Fue la segunda.
Por esos años Budinich sobrevivía como podía en San Francisco. Hacía trabajos menores, pero sobre todo, boxeaba cada semana dónde podía y contra quién podía. No hay registro exacto de sus peleas, pero sí se sabe que ningún púgil subía al ring menos de diez veces por mes y a veces varias la misma noche.
Con su hermano Marcos, antes de dejar Chile, hizo un pacto: el que necesitara plata, podía acudir al otro. Juan necesitó y por correo le enviaron, pero a Nueva York. La descoordinación lo enfureció, pero en pleno tren, cruzando el continente, se dio cuenta de la bendición escondida de la equivocación. Aprovechó los tiempos libres del viaje para escribir una florida carta contando su aventura. El documento está en la casa de Coquimbo de su sobrino Edmundo Budinich, de 80 años, único familiar vivo que conoció personalmente al boxeador.
Budinich era un conversador ágil que disfrutaba contando historias. La de su padre, Marko, se topó con Chile en la década de 1870 cuando viajó desde la actual Croacia. Ingresó a Tocopilla como ciudadano del imperio Austro Húngaro junto con su hermano Matej.
El padre también tenía un carácter de cuidado: en plena Guerra del Pacífico hizo un par de bromas respecto de la astucia de la Armada chilena y terminó detenido. Sólo una intervención diplomática desde Europa lo dejó libre nuevamente.

El "pan duro"

Aunque hay controversias aún respecto del lugar y la fecha, lo cierto es que Budinich nació en Coquimbo en 1881. De su actividad pública el primer registro que se tiene es el ingreso a la Escuela Naval, siguiendo la tradición familiar, a los 12 años.
Su paso fue fugaz, aunque significativo. Cuando completaba el primer año, y según recuerda su sobrino, se vio envuelto en la "Sublevación del pan duro", liderada por un jovencísimo Marmaduque Grove.
En noviembre de 1894 un grupo de cadetes tomó nota de que al almuerzo les servían pan añejo. Hubo protestas varias y en la noche se negaron a sentarse a la mesa. Los superiores ordenaron el arresto de los insubordinados y Grove, indignado, entró a la sala de armas y tomó unas carabinas. Aunque las armas ni siquiera tenían municiones, terminó expulsado acusado de una falta gravísima.
El incidente, menor, es recordado básicamente por la participación de Grove, quien luego sería muy gravitante en la vida política del país. No hay documentos que atestigüen que Budinich fuera parte de los sublevados. El historiador de la Armada y escritor Carlos López Urrutia lo atribuye a un incendio que destruyó muchos documentos en 1906 y al hecho de que los cabecillas de la sublevación fueron los cadetes de tercer año y no los novatos como Budinich.
Se salvó de la expulsión ahí, pero meses después le dio una paliza a un superior bien conectado que lo atosigaba. La situación lo puso en riesgo de ser fusilado y tuvo que desaparecer de improviso. Fue la primera vez que lo dieron por muerto, pero estaba en un buque rumbo al extranjero.
En esa época conoció el boxeo. Un herrero irlandés de apellido McDonald le enseñó los movimientos básicos del deporte, para el cual Budinich tenía ya comprobadas condiciones naturales.
Tras unas temporadas afuera, Budinich reapareció en Valparaíso, donde participó en la génesis del boxeo en Chile. En el Club Colonia Urreola, a espaldas de la policía, armaba cruentas peleas clandestinas, a mano descubierta, que terminaban con el desmayo de uno de los púgiles. Al comienzo los que más se animaban eran marinos norteamericanos.
La actividad fue ganando adeptos y Budinich se consolidó como peleador principal y difusor de las reglas formales del deporte.
A pesar de lo violento de los combates, fue la clase acomodada la que apadrinó el boxeo. Con ayuda de amigos en Santiago, pudo armar así la primera pelea profesional en el país en 1902. En el Teatro Santiago Budinich se enfrentó con Frank Jones, un moreno del que no había mayores antecedentes. El chileno ganó por nocaut en seis rounds, en una noche calificada como "sangrienta" por los cronistas de la época.

También fue periodista

El evento sólo aumentó la efervescencia por el boxeo. Budinich, junto con su amigo John Daly, un menudo inglés, también púgil, fundaron un club en la esquina de Merced con las Claras (hoy MacIver), con el sugerente nombre de "La Filarmónica del Huaso Rodríguez". Ahí jóvenes acomodados, con sus mejores trajes, apadrinaban a peleadores y, fuera del ring, los empleaban como guardaespaldas.
Budinich, por supuesto, estaba por encima de eso. Por esos años, además, se dedicó al periodismo: traducía textos de revistas norteamericanas de boxeo y los publicaba en el diario "La Unión".
No se quedaba tranquilo. En 1905 se embarcó con lo puesto rumbo a Estados Unidos. En San Francisco se radicó primero y luego, terremoto de por medio, llegó a Nueva York. Allá se inscribe en la prestigiosa Universidad de Columbia, para tomar cursos de educación física, los que nunca termina, pese a que era uno de sus más grandes orgullos: se presentó muchas veces como Juan Budinich, el primer chileno en la historia de Columbia.
Estuvo fuera del país once años en total y siempre con el boxeo como prioridad. Decía que había sido sparring de James Corbett, uno de los pesos pesados más famosos de todos los tiempos. No hay cómo corroborar el dato.
En Estados Unidos la vida era dura. Peleaba todas las semanas para hacerse un nombre y allá ya no era la estrella de cada velada. Él mismo reconoció que recién ahí se dio cuenta de que no era la "lumbrera" que creían en su país de origen.
En 1908 se subió de polizonte a un barco rumbo a Panamá, un oficial lo encontró en la mitad del viaje y amenazó con mandarlo de vuelta.
-Esfuerzo perdido, nada más, mi señor, pues me vendré en el próximo vapor. Tengo que llegar a Colón- le respondió Budinich, quien terminó por caerle simpático al capitán: le dio trabajo como fogonero para terminar la travesía.
Llegó a Colón con cinco dólares en el bolsillo y obsesionado con enfrentarse con Sam Odon, un moreno que causaba furor en Panamá por esos días. Tuvo la suerte de, apenas pisar tierra, conocer a un chileno que trabajaba en un hotel. Él lo presentó y a las semanas ya tenía pactada la pelea con Odon.
Un día, mientras se entrenaba en el gimnasio, el jefe de policía local se le acercó amenazante y le dijo que había apostado 10 mil dólares a su favor en la pelea. "Si pierdes ya sabe lo que te espera, si ganas, te regalo cinco mil".

El primer ring

La noche de la pelea, 27 de abril, con las apuestas 4 a 1 en su contra, Budinich caía al piso al primer round. El encargado de negocios del gobierno de Chile en Panamá, presente en el teatro, se tapaba la cara. Budinich, atontado, aguantó los golpes y terminó masacrando a su rival por cansancio: lo botó varias veces, aunque al final del décimo asalto no habían dado el nocaut.
Los jueces, con la presión de los apostadores, dieron empate, justo antes de que el alcalde de la ciudad entrara al ring para declarar vencedor a Budinich, "the chilean boy", que se ganó 5 mil dólares, la mejor bolsa de su carrera.
En 1910 tomaba otro vapor con un destino prometedor: Cuba, por ese entonces terreno fértil para los estadounidenses en búsqueda de dinero fácil. Budinich, de hecho, se presentó en sociedad con el nombre de John y como un eximio profesor de boxeo. Al poco tiempo había fundado una academia y en los patios del periódico "El Havanero" montó el primer ring de la historia del país.
Fue contratado por el exclusivo Club de Tenis Vedado, donde recolectaba un buen sueldo mensual y hacía contactos que le serían útiles en los meses venideros.
Ese mismo año peleó con "Cuban" Jack Johnson, un inexperto sacado de los muelles al que venció sin problemas. Su fama crecía: en el resto de combates informales, se ofrecían mil dólares al que venciera al chileno y 500 al que le aguantara seis rounds. Era un personaje muy conocido, favorito de los diarios. El 18 de julio de 1910, por ejemplo, se publica un confuso incidente en el que Budinich termina en el hospital Socorro de Vedado con numerosas heridas, la mayoría en las piernas. Le dijo al personal del establecimiento que lo había atacado un venado, pero su versión nunca convenció.

La huérfana española

En La Habana Budinich no perdió el tiempo. Al año ya se había casado con María Inés González, una huérfana española que se fascinó con sus historias.
En 1912 armó su primer evento grande. En el conocidísimo Payret Theatre, con cinco mil personas -la mayor audiencia hasta el momento para un evento deportivo en el país- se enfrentó con Jack Ryan, un estadounidense de trayectoria respetable. Se pegaron afiches de ambos a torso desnudo por toda la ciudad y la noche del 21 de julio toda la clase alta de La Habana se había reunido a ver lo que se conoce hoy como el punto de partida del boxeo profesional cubano. La pelea estuvo muy cerca de ser interrumpida por la policía, que temía que los conflictos raciales que sacudían al país encendieran los ánimos entre los asistentes. Los promotores convencieron a las autoridades de continuar la velada, aunque bajo estricta vigilancia.
En el ring Ryan le dio una buena paliza a Budinich en dos rounds, lo que mermó notoriamente su fama. Más tarde Budinich, insistente, intentó un salto aún más grande frente a John Lester Johnson, un peso pesado de gran reputación, quien, de hecho, un año después entraría a la historia grande del deporte al vencer en Harlem al inolvidable Jack Dempsey.
Budinich tenía ya 34 años y lo entendía como su última oportunidad de entrar a las grandes ligas. Sus esperanzas chocaron brutalmente con los puños de su rival: nocaut en el primer asalto. Budinich dijo, tiempo después, que a los pocos segundos de empezar la pelea se lesionó un pie.
Fue el cierre de la aventura cubana de Budinich. Un buen día vendió sus pertenencias y les dijo a sus conocidos que se uniría a la legión extranjera para pelear en la Primera Guerra Mundial. Para 1918 en Cuba lo daban por muerto, creencia que se mantiene hasta hoy. Era la tercera vez.

Alone escribe de él

En realidad Budinich regresó a Chile. Se sabe poco de lo que hizo recién llegado. Algo quedó establecido: intentó volver a pelear. El crítico literario Alone retrató con acierto el cliché del púgil que no sabe cuándo parar. Vinieron los finteos preparatorios y fueron suficientes para advertir que el hombre, el gran hombre, el maestro, ya no era el mismo. Conservaba la estampa, ciertamente magnífica, pero se movía como en sueños, trabada por misteriosas ligaduras. El negrito (su rival), el insignificante negrito, parecía un rayo, bailaba, saltaba, embestía. En una de éstas, Don Juan, como fulminado, cayó tendido largo a largo sobre las tablas.
Se dedicó más tarde a hacer clases. Abrió un gimnasio en Ahumada con Moneda y tenía alumnos en dos universidades. Agudizó su gusto por las apuestas y también perdió mucho dinero en la Bolsa de Comercio. Se le quemó dos veces la casa. Tuvo cuatro hijos, dos hombres y dos mujeres. En 1945, ya algo encorvado aunque muy claro de mente, la federación le dio una pensión vitalicia, por su importancia en el desarrollo del boxeo. Le duraría poco: ese mismo año Budinich, con todas sus historias, murió en la Postal Central. Lo mató una simple pancreatitis.
Oficialmente hay registro de sólo cinco combates de Budinich, pero se estima que peleó al menos cien veces.!
Budinich solía navegar de "pavo": sin dinero y ofreciendo su trabajo para pagar el pasaje.

¿Pionero o charlatán?

Dos de los historiadores más reconocidos del boxeo cubano no se ponen de acuerdo respecto de la real importancia que tuvo Budinich en el germen de la actividad en la isla. El tema no es nada menor si se considera que la labor del chileno desembocó, a la larga, en uno de los dominios más sorprendentes en la historia del deporte: 63 medallas olímpicas, 32 de ellas de oro.Enrique Encinosa, reputado escritor de la isla avecindado en Miami y autor de "Azúcar y Chocolate, la historia del Boxeo Cubano", le da una relevancia primordial. "Antes de él no había nada organizado. Él ordenó y produjo peleas. Es la única persona que ha logrado iniciar el deporte en dos países, aunque lo de Cuba es más relevante por los resultados posteriores", dice.Una mirada distinta tiene Jorge Alfonso, historiador y escritor (autor de "Puños de Oro", obra que relata la historia de la actividad), quien vive en Cuba y trabaja en el Instituto de Deportes. Para él, Budinich sólo estuvo en el momento correcto y en el lugar justo. "Fue parte del origen, de eso no hay duda. Pero sus conocimientos del deporte son discutibles. Todas las peleas de verdad que hizo acá las perdió. Yo he documentado ocho, al menos. Era un personaje atractivo, un trotamundos, muy conocido acá, pero dentro del ring, al parecer, no daba la nota".

Rodrigo Fluxá N.
7 de diciembre del 2008
Deportes de El Mercurio